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Inteligencia Emocional y felicidad en una sociedad compleja
A lo largo de la historia siempre ha habido sucesos complejos, guerras de poderes y enfrentamientos entre sociedades. Sin embargo, la complejidad actual requiere de muchos más talentos para que podamos mantenernos estables. En esta ocasión, te presentamos la importancia de la Inteligencia Emocional (EQ) como predictor de felicidad. ¿Quieres ver cómo puede ayudar el optimismo a sobrellevar situaciones complejas? ¿Saber cómo regular la información emocional de forma efectiva? ¿Entender cómo la Inteligencia Emocional nos protege del estrés? Te lo presentamos a continuación.
Más allá de nuestros recursos cognitivos (IQ), que han facilitado nuestro desarrollo hasta el momento y que determinan nuestra capacidad de procesar la información que nos rodea, el factor de la Inteligencia Emocional (EQ) coge fuerza para ayudarnos a incorporar estrategias de afrontamiento, regular las emociones y ajustarlas a las situaciones, ofreciéndonos una sensación subjetiva de control, dominio o incluso felicidad.
La Inteligencia Emocional
A través de la Inteligencia Emocional (EQ) podemos reconocer qué variables tienen un efecto en nuestra sensación de bienestar con el objetivo de definir qué queremos en nuestra vida para ser felices. Desde que Salovey y Mayer introdujeron el concepto de Inteligencia Emocional en 1990, son frecuentes los estudios que relacionan esta variable con otros factores. El denominador común ha sido poder demostrar una relación entre altos niveles de inteligencia emocional con mejores estrategias para afrontar las situaciones de la vida y, en última instancia, aumentar la felicidad. ¿Con qué se ha relacionado la Inteligencia Emocional anteriormente?
Cogiendo como referencia éste último, explícitamente mencionado en el artículo que explicamos más adelante, sabemos que en ocasiones mantenernos optimistas nos permite tener menos síntomas depresivos, menor sensación de desesperación y mejor capacidad para interpretar, actuar y adaptar nuestra conducta en situaciones complejas. Algo pues, que podría estar relacionándose con nuestra Inteligencia Emocional.
¿Pero cómo consigo ser optimista?
El optimismo es por definición la propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable. Siendo así, una persona optimista analiza la situación y recoge la información positiva que considera le puede ayudar a avanzar, aprender y reaccionar acorde a su estado emocional. Las personas optimistas no dedican especial esfuerzo a atender y entender las emociones vinculadas a un suceso, es decir no sobre-analizan las situaciones, sino que fluyen y dejan sorprenderse. Te propongo realizar estos 3 ejercicios:
A su vez, quizás te preguntes ¿Soy feliz?
La felicidad es por definición el estado de grata satisfacción espiritual y física o bien, a mi entender, la interpretación subjetiva de nuestro bienestar.
Lo cierto es que normalmente es complicado decir que nos sentimos satisfechos con nuestra vida y que nos augura un futuro exitoso. Nos comparamos con lo que vemos en las redes sociales, con aquello que culturalmente se asocia a nuestra edad, las influencias que recibimos de nuestros más allegados, lo que está haciendo tu compañero de Máster de hace unos años o tus compañeros de departamento. Todo ello en un mundo de sobreestimulación en el que de media recibes 6,000 impactos publicitarios a diario, en el que tienes todo a tu alcance y en el que tienes que correr para permanecer en el punto de partida. Por ello es tan importante tener la capacidad de focalizar nuestra atención y emociones en aquello que nos interesa sin contaminar la mencionada sensación subjetiva de control, dominio o felicidad.
Un estudio llevado a cabo por la cátedra de innovación social de la Universidad de Lleida, dentro del marco de promoción del bienestar, estudia el papel de la Inteligencia Emocional (EQ) como posible causante de niveles altos de felicidad. Destacan 3 factores importantes en la evaluación de los niveles de Inteligencia Emocional:
Los autores del estudio encuentran relaciones muy interesantes entre Inteligencia Emocional y felicidad. Por una parte, demuestran que la capacidad de regular nuestras emociones y hacer frente a situaciones que necesitan ajustar nuestros sentimientos funciona como predictor de felicidad y optimismo. De esta forma, una persona con facilidad para regular sus emociones tiene más facilidad para sentirse feliz.
Sin embargo, en el mismo estudio se destaca que una vigilancia excesiva en las reacciones emocionales propias y ajenas podría conducir a una sensibilidad para percibir más estrés y sintomatología negativa. Esto podría obstaculizar nuestra interpretación de los estímulos que percibimos del medio y, como consecuencia, entorpecer una respuesta eficiente por nuestra parte. Es decir, parece ser que los mecanismos responsables de atender a la información afectiva en situaciones normales nos ayudan a interpretar el ambiente y actuar acorde a él. Pero en ocasiones pueden llegar a ser perjudiciales si no se gestionan adecuadamente.
Ser capaz de regular la información emocional no es fácil, pero puede facilitar nuestro manejo de situaciones complejas y ayudarnos a reconocer dicha vivencia como una experiencia positiva. La Inteligencia Emocional (EQ) nos permite seleccionar información relevante del ambiente e inhibir información irrelevante, protegiéndonos del estrés y favoreciendo nuestro bienestar. A su vez, nuestro bienestar no solo nos protege contra los trastornos mentales y físicos, también juega un papel fundamental en tareas de reconocimiento de gustos, preferencias, toma de decisiones, gestión del cambio y planificación de nuestro futuro, entre otras.
Si quieres aprender más sobre la Inteligencia Emocional, no te pierdas este artículo, dónde incluso encontrarás un test completamente gratuito para medir tus habilidades:
de Carolina Bosch
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