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Inculcando la tolerancia
Es frecuente presenciar situaciones de enojo y confrontación de ideas, posturas, creencias y convicciones en la que cada vez más personas, grupos y familias experimentan insatisfacción y rivalidades.
Esto se debe a que todos los seres humanos reaccionamos positiva o negativamente frente al sentido de las cosas. Hecho que se relaciona con la percepción o estimación que tenemos de las mismas, dependiendo del interés, del grado de satisfacción, de la proyección personal y de la capacidad de razonamiento moral. De esta manera se puede generar una actitud tolerante o intolerante.
Dentro del núcleo familiar, la convivencia diaria y el hecho de vivir bajo el mismo techo, multiplica las posibilidades de que ocurran malos entendidos, desacuerdos y rivalidad entre los miembros. Por lo tanto, el ambiente familiar puede ser una escuela de intolerancia si no se cuidan los puntos de vista que los padres expresan frente a sus hijos y la transmisión de mensajes discriminatorios.
Los padres estamos obligados a crear en casa una atmósfera de tolerancia basada en el respeto, el afecto y la comunicación. Sin embargo, este trabajo exige un esfuerzo cotidiano y una atención permanente, incluso en los detalles más pequeños. Educar hijos tolerantes significa prepararlos para integrarse mejor a un mundo cada vez más diverso.
Comprendiendo la tolerancia
En latín, tolerar significa “resignación” o “sufrimiento” y tiene que ver con la capacidad de soportar los comportamientos y actitudes de los demás, aunque vayan contra lo que consideramos correcto o verdadero según nuestro razonamiento. Pretende reprimir conductas y comportamientos que juzgamos erróneos, falsos, incorrectos y hasta ofensivos.
La tolerancia presenta doble significado: en primer lugar, se considera como una auto contención frente a lo que desaprobamos y en segundo lugar, como una actitud de respeto hacia esto mismo y quienes lo sostienen. Esta actitud es el resultado de una elección consciente y de juicio moral reconocible, protege en contra de la discriminación, evita conflictos y abre las posibilidades de cooperación entre grupos antagónicos: es un camino hacia la civilidad y el respeto.
El aprendizaje de la tolerancia durante el desarrollo evolutivo
Para adquirir esta habilidad o valor social, se debe tomar en cuenta la etapa evolutiva de la persona. En la Psicología existe una teoría relacionada con el razonamiento moral, que explica que los valores morales son producto del crecimiento racional al mismo tiempo que el desarrollo cognoscitivo.
Esta teoría está representada por Lawrence Kohlberg, quien sostiene que los niños no están en capacidad de emitir juicios morales hasta que no superan el pensamiento egocéntrico y llegan a alcanzar la madurez.
Lawrence Kohlberg realizó una investigación con jóvenes entre 10 y 16 años utilizando para ello historias que expusieron dilemas morales. Todas ellas presentaban el concepto de justicia. Kohlberg quería saber cómo los jóvenes habían llegado a conclusiones a través de un proceso racional. A partir de aquí establece tres niveles de razonamiento moral, que están ligados a los niveles cognoscitivos.
Los 3 niveles de razonamiento moral
En el primer nivel se encuentra la moralidad pre-convencional en niños de 4 a 10 años, donde la obediencia a las reglas y las acciones implican premios o castigos. En el segundo nivel esta la moralidad convencional en niños de 10 a 13 años, donde se genera una identificación con la reglas y normas establecidas y además se cree que son necesarias para poder garantizar las relaciones positivas y un orden social. En el tercer nivel está la moralidad post convencional, en niños de 13 años o más, donde se establece el principio de autonomía y el individuo genera sus principios y valores; ahora cree que algunas leyes son injustas y pueden ser cambiadas o eliminadas.
Ante este panorama, podemos evidenciar que el niño(a) no nace tolerante, no es algo que lleve dentro de sí, de ahí que sea necesario inculcarle este valor. Su conducta natural es que todo sea para sí y que todos estén de acuerdo con él(ella), por lo que es indispensable que el proceso de aprendizaje acerca de la tolerancia empiece desde bien temprano.
De esta manera, los padres, como primer modelo a seguir de sus hijos, tienen la responsabilidad de enseñarles y conducir hacia el aprendizaje de la tolerancia. Debido a que dentro del hogar los niños se enfrentan a situaciones en las que tienen que compartir y respetar es necesario enseñar a comprender que cada persona cuenta con una personalidad distinta y que todas merecen respeto para lograr la armonía en la familia.
La tolerancia juega un papel muy importante en las relaciones de los niños con sus iguales y con su familia. Es importante que escuchen las ideas y las opiniones de sus pares, que acepten sus criterios aunque sean distintos a los suyos y que consigan ponerse de acuerdo con sus compañeros durante un juego, en alguna actividad o en un aula. La tolerancia les ayuda a que tengan una buena integración en un grupo o equipo.
¿Cómo educar en tolerancia?
Existen diversas formas en las que los padres pueden inducir a sus hijos para el aprendizaje de tolerancia:
Las diferencias de opinión y actuación entre los seres humanos constituyen sin lugar a dudas el principal causal en términos de disputas y conflictos sociales, no sólo por el hecho de frenar la colaboración y el respeto, sino también por el desgaste físico y emocional que representan día tras día.
La intolerancia es un fenómeno que se plasma en la sociedad, pero también tiene una dimensión psicológica individual compuesta por esquemas cognitivos y patrones de comportamiento aprendidos e interiorizados por la persona a raíz de las interacciones que ha tenido con el ambiente durante toda su vida. En especial durante los primeros años de vida. Por eso, la intolerancia puede ser abordada desde la psicoterapia y también desde estrategias y hábitos puestos en práctica por uno mismo tanto en niños como en adultos.
Además la práctica de la tolerancia, trae consigo una serie de beneficios; potencia la autoestima, favorece la relación con los demás, previene conductas o comportamientos agresivos y/o violentos, ayuda en el desarrollo de la sensibilidad y contribuye a la felicidad humana.
de María de los Ángeles Ulloa
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